Pellucidar by Burroughs Edgar Rice

Pellucidar by Burroughs Edgar Rice

autor:Burroughs, Edgar Rice [Burroughs, Edgar Rice]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 1915-05-07T23:00:00+00:00


"Con una mano sobre su rodilla y la otra acariciándose el mentón, me miró intensamente..." (Ilustración de Frank Frazetta)

Capítulo VIII

Cautivo

Cuando Goork y su pueblo vieron que no tenía ningún símbolo comenzaron a insultarme.

—¡No te ha enviado Kolk, sino el Astuto! —gritaban—. ¡Has venido de la isla a espiarnos! ¡Márchate o acabaremos contigo!

Les expliqué que todas mis pertenencias me habían sido robadas, y que el ladrón también debía haber cogido el símbolo; pero no me creyeron. Como prueba de que pertenecía a la gente de Hooja, apuntaron a mis armas, diciendo que estaban adornadas de igual modo que las del clan de la isla. Además, añadieron que ningún hombre de paz vendría en compañía de un jalok, y que de acuerdo con esta línea de razonamiento, estaba claro que era un malvado.

Me di cuenta de que no eran una tribu guerrera, ya que preferían dejarme marchar en paz antes que verse forzados a atacarme, mientras que los saris habrían matado a un extranjero sospechoso primero y preguntado sobre sus propósitos después.

Creo que Rajá sentía su antagonismo, ya que tiraba de su correa y gruñía ominosamente. Ellos le tenían un poco de temor y se mantenían a una distancia segura. Era evidente que no podían comprender la razón por la que el salvaje bruto no se volvía contra mí y me hacía pedazos.

Perdí mucho tiempo intentando persuadir a Goork de que me aceptase por mi propia valía, pero era demasiado prudente. Lo máximo que haría era darnos comida, lo que hizo, y decirme cuál era la parte más segura de la isla hacia la que quería dirigirme, aunque como me dijo, estaba seguro de que mi petición de información no era sino un pretexto para engañarle sobre mi verdadero conocimiento de la fortaleza insular.

Por fin me alejé de ellos, bastante descorazonado, puesto que había esperado ser capaz de alistar una fuerza considerable con la que intentar atacar a la horda de Hooja y rescatar a Dian. Volví a la playa dirigiéndome hacia la escondida canoa en la que hacíamos nuestro viaje.

Cuando llegué al túmulo estaba cansadísimo. Arrojándome sobre la arena, pronto me quedé dormido, y con Rajá tendido a mi lado, sentí una seguridad de la que no había disfrutado en mucho tiempo.

Me desperté muy descansado para encontrarme los ojos de Rajá pegados a mí. En el momento en que abrí los míos, se levantó, se estiró, y sin una mirada hacia atrás, se zambulló en la jungla. Durante varios minutos le oí moverse por la maleza y después todo quedó en silencio.

Me pregunté si me había abandonado para regresar a su fiera morada. Me invadió una sensación de soledad. Con un suspiro volví a la tarea de arrastrar la canoa hasta el mar. Al entrar en la jungla en la que se encontraba la piragua, una liebre salió lanzada de debajo del costado del bote, y un disparo bien dirigido de mi lanza me la consiguió. Estaba hambriento, de lo que no me había dado cuenta antes, de modo que me senté en el extremo de la canoa y devoré mi alimento.



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